Crecer hay que crecer. El problema es lo difícil que se torna. Es una lucha día a día. ¿Por qué tengo que dejar atrás a la nena que tanto me gustaba ser? Creyendo en que los finales son siempre felices o que los príncipes son todos azules y no hay otra vuelta que darle, y que a mí me iba a tocar uno hermoso, que vendría a buscarme en su caballo blanco. Cuentos, solo cuentos. Y ahora: realidades. Hay que ir sacandose la venda de los ojos, aunque duela, cueste, de bronca... Me hace mal perder cosas que creía imprescindibles, o entender que la gente se va y no vuelve, que hay gente buena que muere y gente de mierda que vive hasta el fin. Injusticias. Ya no puedo ocultarme entre los brazos de mamá cuando tengo miedo. Ya no es papá el que me puede salvar de todo. Ellos son seres humanos, como todos, como vos, como yo. Y se equivocan, también se equivocan. Todo el mundo se equivoca, y casi todos merecen una segunda oportunidad. ¡Qué dolor crecer! Darse cuenta que no hay sólo blanco y negro, también hay un gris y nunca se sabe bien qué elegir, qué hacer, qué querer. A quién querer, ¡qué gran problema! Todas parecen complicaciones. Todos parecen conflictos. Es cuestión de crecer.
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